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A diferencia de Bo Widerberg y Jan Tröell, Lasse Hallström es el director sueco contemporáneo que ha accedido al cine americano con mayor fortuna. La revelación de Mi vida como un perro motivó el salto a los Estados Unidos de Hallström quien en su país de origen es aún considerado el relevo natural de los cineastas citados, por encima de la valoración de directores de su generación (Per Oscarsson, Stig Björkman, etc.). El camino a la popularidad se inició con una comedia dramática sobre la juventud de Estocolmo, A Lover and His Lass, convertida en un título emblemático que le posibilitó filmar el docu-mental por excelencia del grupo ABBA cuyos ecos hoy en día aún resuenan en países como Australia. Los posteriores films suecos de Hallström se corresponden con la mentalidad neoliberal de un país presidido por Olöf Palme, impulsor de un nuevo concepto de socialdemocracia en Europa, enfrentando temas tales como el reparto de funciones de hombres y mujeres en la educación y en la maternidad (Father-to-Be), al tiempo que muestra una especial atracción por personajes atípicos, estrafalarios —un bohemio, seductor y conductor de coches en una pequeña localidad del país escandinavo durante la Segunda Guerra Mundial (The Rooster)—, que tendría continuidad en su paso al cine americano. Aunque no estuvo seleccionada para el Oscar como mejor película extranjera, Mi vida como un perro obtuvo dos nominaciones, en una edición en que sorprendentemente ninguno de los cinco candidatos a la mejor dirección, en la que figuraba Hallström, nació en los Estados Unidos. Mezcla de tragedia y de comedia, Mi vida como un perro adapta una obra de Reidar Jönsson en la que se describe el itinerario de un muchacho abocado a un drama familiar pero que sin embargo intenta dar un sentido de esperanza a su vida. La voz en off que acompaña el desarrollo de la narración otorga un carácter autobiográfico a Mi vida como un perro, aspecto que el propio director reconoce parcialmente. Si bien la infancia del protagonista de Mi vida como un perro no se corresponde a la del propio Hallström -hijo de una familia acomodada, cuya madre, poetisa, le inculcó estudiar música-, desde joven el director desarroló una especial sensibilidad que con el paso del tiempo fue ganando terreno a sus dotes cómicas y paródicas mostradas en sus primeros trabajos en cintas de 8 mm y en su incipiente experiencia televisiva al frente del programa Shall We Dance?, entre otros. A tenor de sus films realizados en los Estados Unidos hasta la fecha, Lasse Hallström conserva gran parte de la fisonomía de su obra desarrollada en Suecia siendo ¿A quién ama Gilbert Grape? una sorprendente propuesta dentro de la cinematografía actual norteamericana, junto con Benny & Joon / El amor de los inocentes (1993), otro film protagonizado por Johnny Depp que apuesta por dar un relieve dramático a unos personajes marginados que viven en un ignoto pueblo, Endora, entre lo cómico y lo trágico, un difícil juego de equilibrios que caracteriza al realizador escandinavo. Pese a la irregular carrera americana de Hallström, Querido intruso —cuyo perfil del personaje interpretado por Richard Dreyfuss se corresponde sobremanera con el de The Rooster—, Algo de que hablar, ¿A quién ama Gilbert Grape? y Las normas de la casa de la sidra —adaptación de la novela de John Irving— avalan el nombre de un director cuyas obras mayores parecen aún por llegar. A la espera de que esto suceda, Hallström sigue perseverando en su condición de adaptador de novelas como da fe El hipnotista, a partir del bestseller de Lars Kepler, que ha supuesto su retorno a su país natal. |