COMENTARIO: Antes de convertirse en padre de un familia numerosa, Peter Vincent Douglas se había procurado un cierto crédito como productor cinematográfico y televisivo. En su cometido de productor (ejecutivo) Peter Douglas formó equipo con su progenitor
Kirk Douglas en
El final de la cuenta atrás (1980), y las
tvmovies Quizás en primavera (1985) y
Heredarás el viento (1988), esta última editada por primera vez en formato digital en nuestro país gracias al sello Resen. Ya en su debut teatral a mediados los años cincuenta la pieza
Inherit the Wind escrita por el tándem Robert E-Lee-Jerome Wallace llamó la atención del productor Carl Foreman. Transcurrido un lustro desde su puesta de largo de Broadway, Foreman se alió con
Stanley Kramer para llevar
Inherit the Wind a la gran pantalla, atrayendo al proyecto a dos «pesos pesados» de la

interpretación, esto es,
Fredric March y
Spencer Tracy para encarnar a Matthew Harrison Brady y Henry Drummond, respectivamente. A pesar que no esconde su origen teatral,
Inherit the Wind (1960) para su secuencia inicial y para la final prevalece un montaje netamente cinético que recuerda de soslayo a
Solo ante el peligro (1952), algo que no debería extrañar si atendemos al hecho que Foreman fue el principal responsable del libreto de
High Noon. Semejante planteamiento formal habilitado para el principio y el cierre del film dirigido por Kramer brilla por su ausencia en el segundo
remake televisivo, fechado en 1988. Para la ocasión, amén de su padre, Peter Vincent Douglas reclutó a
Jason Robards Jr, con quien había coincidido un lustro antes en el plató de
Something Wicked This Way Comes (1983). Robards representa en la pequeña pantalla la némesis de Matthew Harrison Brady (Kirk Douglas), aspirante en tres ocasiones a la Presidencia de los Estados Unidos por el Partido Republicano y abogado ultraconservador que reniega de la teoría de la evolución del origen de las especies propugnada por el naturalista Charles Darwin. A diferencia de la calva (postiza) que luce Fredric March en la seminal
Inherit the Wind, Kirk Douglas se dejó el pelo largo para dar acomodo a una
performance que le invitaba a mostrarse vehemente en la sala donde se celebra el juicio en que el profesor de instituto Bertram Cates (Kyle Secor) es sentado en el banquillo, encausado por divulgar la teoría del origen de las especies durante las clases de ciencias naturales (sic).
Basado en hechos reales acaecidos en el primer tercio del siglo XX,
lo que vino a ser conocido popularmente como «El juicio del mono», la tercera de las revisitaciones en la pantalla de
Inherit the Wind fue distinguida con dos Emmy, a la Mejor Producción y al Mejor Actor Secundario (Robards), dejando una vez más a Kirk Douglas sin recompensa en forma de premio. En este sentido el patriarca de los Douglas ya estaba curtido —ninguna de sus tres nominaciones cristalizó en la recepción de la preciada estatuilla; el factor compensatorio llegaría con el Oscar© Honorífico en 1996— y, por consiguiente, no le incomodó especialmente la decisión en cuestión. Sin lugar a dudas, la propia experiencia de trabajar junto a su hijo Peter Vincent y reunirse con Jean Simmons en el plató tras un hiato de veintiocho años valdría su peso en oro para el carismático cineasta que para orgullo de una legión de seguidores alcanzó los ciento tres años de edad. Una cifra bastante por debajo alcanzó
Jean Simmons antes de fallecer, dejando para el recuerdo de los aficionados papeles como el de Varinia en
Espartaco (1960), ejerciendo de partenaire de Kirk Douglas. De ahí que el reencuentro entre ambos sea una de las notas a resaltar de
Inherit the Wind, dirigida por el inglés David Greene (un «todoterreno» de la televisión norteamericana desde mediados los años sesenta hasta finales de los años ochenta), en que Kirk Douglas midió por primera vez sus fuerzas interpretativas con Jason Robards, quien trató de seguir su propio camino a la hora de enfrentarse a un personaje que trata de colocarse en el bolsillo al jurado —integrado solo por hombres, fiel reflejo del machismo imperante en esa América profunda de mediados los años veinte del siglo pasado— a las primeras de cambio, sin sentirse
acosado por la alargada sombra de Spencer Tracy.