COMENTARIO: En apenas un par de años el tándem formado por
Gary A. Sherman y Ronald Shusett pudieron calibrar hasta qué punto ideas originales plasmadas sobre el papel podían ser transformadas de tal manera que llegaran incluso a ser difíciles de reconocer cuando cobraban vida en la gran pantalla. Por una parte, el guión de
Dead and Buried escrito conjuntamente había sido evaluado en origen siguiendo los postulados de la comedia negra pero a medida que se iban sucediendo distintos borradores de guión derivó en una historia de terror, eso sí,

con toques de comedia negra. Mas, para atraer al proyecto a eventuales inversores Sherman y Shusett estuvieron de acuerdo a la hora de utilizar el nombre de Dan O’Bannon —guinista titular de
Alien, el octavo pasajero (1979)—, a cambio que éste pudiera hacer una serie de aportaciones al
final draft. Las mismas brillaron por su ausencia en el montaje final de
Muertos y enterrados (1981), convertida por obra y gracia de la cinefilia militante en el
fantastique en una
cult movie. Similar «pago» al que recibió Dan O’Bannon lo habían sufrido en sus propias carnes la dupla Sherman-Shusett en relación al largometraje
Phobia (1980), que parte de una historia original de ambos y que una suma de aportaciones heterodoxas —a cargo de Peter Bellwood, Lew Lehman y Jimmy Sangster (asalariado de la Hammer durante buena parte de su
golden age)— «deformaron» el producto concebido en su periodo de gestación con una estructura típicamente teatral, dividida en tres actos. Si para
Dead and Buried uno de los reclamos de cara a los financieros fue Dan O’Bannon (pese a sentirse traicionado por su amigo y colega no pudo retirar su nombre de los títulos de crédito) en el caso de
Phobia la presencia tras las cámaras de John Huston parecía apuntar a que arrastraría consigo a un público familiarizado con su ecléctica singladura cinematográfica. Asimismo, para un sector de espectadores bastante más amplio la figura de
Paul Michael Glaser equivalía un icono de una década que tocaba a su fin merced a su participación en la serie televisiva “Starsky

y Hutch” (1975-1979), en la que llegó a dirigir varios de los casi un centenar de episodios que jalonan la antología. Muestra inequívoca de la predisposición de Glaser a manejarse en distintos ámbitos profesionales dentro del audiovisual, pero que no tuvo precisamente en el curso del rodaje de
Phobia un banco de pruebas óptimo para aprender al lado del veterano Huston. A sus setenta y cuatro años John Huston evidenciaba el desgaste de su salud, a la par que proseguía en su dinámica de encadenar un proyecto tras otro, entre otras consideraciones, para pagar las deudas generadas por el juego al que había sido tan aficionado. Situada, a efectos de interés, en una zona valle de su filmografía,
Phobia obedece a un encargo que tiene la particularidad de operar bajo bandera canadiense por primer y única vez en la obra de John Huston. A esta singularidad se añade el que Huston se involucrara en la filmación de una propuesta definida dentro de los cauces del thriller psicológico con resabios al terror, en similar ubicación (sub)genérica que otros títulos surgidos de la cinematografía canadiense —léase
Vinieron de dentro de… (1975) y
Cromosoma 3 (1979)— que encuentran en clínicas y/o recintos psiquiátricos algunos de sus escenarios principales. Tal como apunta José María Latorre para su reseña sobre
Phobia en
Dirigido por… (nº 125, mayo 1985, sección «Los films de TV») podríamos imaginar cómo hubiese resuelto determinadas secuencias
David Cronenberg si se le hubiese ofrecido el proyecto. Presumo, si se hubiese dado el caso, que Cronenberg se hubiese esmerado mucho más en la planificación de aquellas escenas donde

entran en liza un reguero de asesinatos con el denominador común que las víctimas deviene pacientes del doctor Peter Ross (Glaser).
Abordada en su génesis la historia por Sherman & Shusett como una variante de El abominable doctor Phibes (1971) —en que igualmente los «puntos fuertes» descansan en esos «rituales de la muerte» operados por un personaje (Phibes) con un acusado sentimiento de venganza—, a diferencia de ésta
Phobia no procuró los suficientes beneficios en taquilla para el rodaje de una hipotética segunda parte. Mas, su recaudación cabría catalogarla de paupérrima, muy lejos, por tanto de la previsión incluso más conservadora imaginada por los responsables de la compañía de nuevo cuño Borough Park Productions, cuyo cierre se hizo efectiva una vez liquidados todos los compromisos adquiridos, incluidos los emolumentos a percibir por el equipo artístico encabezado por Paul Michael Glaser del que destaca su cuerpo de intérpretes femeninas, entre otras, Susan Hogan —quien también aparece en
Cromosoma 3—, Patricia Collins y Alexandra Stewart, en una breve aparición en la que da vida a una mujer afectada de agarofobia que acabará siendo «ejecutada» por un individuo cuya presencia y voz le resulta familiar. Primera de una serie de asesinatos siguiendo las prerrogativas de la cinta seminal dirigida por
Robert Fuest y su continuación, igualmente con la participación de
Vincent Price.•