En 1971
George Lucas recibió veinte mil dólares por dos años de trabajo en la cinta distópica
THX1138 que escribió y dirigido. Siete años más tarde, el cineasta californiano se convirtió en uno de los
Golden boy de la industria cinematográfica estadounidense merced al descomunal éxito alcanzado por
Star Wars (1977) ya desde la primera semana de la fecha de estreno. Los cuatro años que Lucas dedicó en cuerpo y alma a un proyecto titulado inicialmente «The Star Wars» sirvió, a efectos de inversión, para cimentar un imperio económico que redundaría en la financiación de las otras producciones de la saga antes que entrara en escena Walt Disney, de otra saga —la de Indiana Jones dirigidas por su amigo
Steven Spielberg— y de diversos films pensados para dar apoyo preferentemente a realizadores noveles. Al margen de todo ello, George Lucas se ha permitido el “capricho” de conformar una de las bibliotecas privadas más imponentes que hayan trascendido a los medios de comunicación, con unos treinta mil volúmenes (a falta de actualización de la cifra). Un placer bibliófilo, en su derivada
mórbida, que comparte o compartió con otras personalidades del mundo del
showbusiness como el diseñador de moda Karl Lagendfeld o el miembro de la banda de rock Rolling Stones Keith Richards. A buen seguro, en la
infinita biblioteca propiedad de Lucas —a la que tienen acceso colegas de profesión y

personal de Lucas Films en particular—
descansaban libros de la editorial Taschen, especialmente apreciada por paladares bibliófilos que encuentran una experiencias (casi)
orgásmica el contacto con volúmenes con una estratosférica calidad de impresión y a nivel visual de una belleza sinpar. A buen seguro, cuando George Lucas recibió la propuesta por parte de Taschen para que la saga que había empezado a maquinar en la primavera de 1973 tuviese traducción en forma de un ambicioso proyecto editorial, se mostró predispuesto a volcarse en el mismo. Sin lugar a dudas, la entrevista realizada por
Paul Duncan —el editor encargado del proyecto por parte de Taschen— a George Lucas es una de las más extensas y reveladoras jamás publicadas en papel hasta la fecha. Provisionado de un conocimiento espectacular sobre el mundo de
Star Wars, Duncan repasa cada una de las fases que comprometieron a Lucas por espacio de diez años, vivido con una intensidad que desborda cualquier razonamiento mínimamente sensato.
Los archivos de Star Wars: episodios IV-VI (1977-1983) es el resultado de una empresa titánica cuyos resultados pluscuamperfectos no se entenderían sin el compromiso adquirido por George Lucas, quien deja constancia a lo largo de la entrevista con Duncan que tiene «radiografiada» su actividad (semi)profesional desde finales de los sesenta. Haciendo suyo el espíritu de superación que invade a Luke Skywalker tras haber trabajado durante cuatro años en el proyecto que, al cabo, llevó a la gran pantalla su coetáneo y amigo Francis Coppola con el título definitivo de
Apocalypse Now, George Lucas iría sumando las sinergias necesarias para tejer un relato que requería tener diversos frentes abiertos. De alguna manera, un proyecto de las características de
Star Wars serviría para redefinir la ciencia-ficción, situándolo en

una esfera de popularidad que hasta su estreno en 1977 no había logrado el género. Presumiblemente, la viabilidad del proyecto pasó por el respaldo ofrecido por el presidente de la Fox, Alan Ladd, Jr, quien dio el visto bueno para que Lucas recibiera el pago por el desarrollo de la historia, por el guión y por la dirección con un
deadline bien marcado. La fe ciega mostrada por Ladd Jr. en relación aquel joven talento que le sorprendió por la pericia de su realización en
American Graffiti (1973) queda reflejada en una entrevista que cubre todos los flancos posibles, y que se enriquece con el testimonio de actores, técnicos y colegas de profesión de Lucas. Rico en anécdotas (por ejemplo, el comportamiento exhibido por
Sir Alec Guinness cuando se le sugirió la posibilidad que su personaje de Obi Wan Kenobi falleciera, montando en cólera ante su agente, o el hecho que en los estudios Elstree se llegara a proyectar
Fellini-Satyricón como eventual fuente de inspiración), el texto ofrece una panorámica sobre todo el proceso creativo en que apenas quedan cabos sueltos. Pero no menos reveladores son los bloques dedicados a la promoción de las tres películas que jalonan la primera trilogía si nos atenemos al orden cronológico que fueron rodadas, o la segunda trilogía a efectos de secuencia narrativa. Además de los carteles que nos resultan sumamente familiares, el presente volumen reproduce, entre otras piezas de incalculable interés

para fans de la saga, un dibujo obra de Phillippe Druillet —cofundador, junto a Moebius, de la mítica revista
Métal Hurlant—, en torno a un motivo de la seminal
La guerra de las galaxias. Una imagen que podemos localizar entre miles de reproducciones de muy alta calidad —algunas inéditas incluso a los ojos de fans recalcitrantes— que combinan a la perfección con un texto en que la
voz de George Lucas deviene sinónimo de inteligencia, astucia, osadía, compromiso por el trabajo bien hecho y un sentido autocrítico saludable (sobre todo en relación a su dificultad por escribir guiones, siendo tu talón de Aquiles los diálogos). Mérito de sacar el máximo partido de la entrevista recae en Paul Duncan, cuyo nombre figura impreso en la portada de la que, presumo sin margen a equivocarme,
se convertirá en la primera entrega de la «Biblia» en papel sobre la saga galáctica más rentable y popular de la Historia del Séptimo Arte que ha cubierto sus primeros ciento veinticinco años.•