J. J. ABRAMS |
Editorial: Cátedra.
![]() ![]() ![]() Colección: Signo e Imagen / Cineastas nº 126.
Autor: Juanma Ruiz.
La figura de J. J. Abrams interpela al aficionado al cine, debe interesarle mucho más allá de la mayor o menor devoción/afición que le despierten sus ficciones, pues pocos representan mejor que él qué debemos convenir en la definición de un “autor” para la era líquida. Nicolas Ruiz prefiere no empantanarse en las abstracciones de esta cuestión crucial, pero la tiene en mente a lo largo de todo el libro, y la dirime desde la superficie, desde lo aparente. Por ejemplo, ya en el prólogo, cuando propone definiciones de estilo: Ruiz ubica a Abrams cerca de nombres como el de Joss Whedon, representante de algo así como una “línea clara” que se opone a las fórmulas estéticas hipertróficas del blockbuster emergido en los últimos años del siglo pasado, cuya herencia “Amblin” tiene ramificaciones formales (ese afán de claridad expresiva, a casar con la espectacularidad), pero también de contenido: los registros y herramientas del melodrama que, apunta Ruiz, Spielberg insirió en los códigos de los géneros aventureros y fantásticos, y que para Abrams son aspecto temático primordial en sus obras, concretado en conflictos paternofiliales.
Siguiendo la estructura canónica de los libros de la colección (biografía, notas sobre el estilo, pormenor filmográfico -en este caso desdoblado en televisión y cine-), Juanma Ruiz funda buena parte de su labor en una concienzuda documentación sobre la figura de Abrams y un análisis de la misma exento de aventuradas teorías
![]() Con una prosa siempre limpia, Ruiz efectúa, en el primer epígrafe del volumen, “El niño que filmaba películas”, un muy pormenorizado estudio de su bagaje biofilmográfico, valioso especialmente por su énfasis en el contexto (los vasos comunicantes entre el medio catódico y el cinematográfico, cambio de tornas del funcionamiento de la industria audiovisual estadounidense de la que Abrams es una figura esencial), y donde el autor demuestra su sapiencia y capacidad de concreción para centrar los términos en el auténtico marasmo de proyectos en los que Abrams, con un pie en cada parcela industrial y en su múltiple condición -de showrunner televisivo, productor, guionista y director-, se ha movido. En el segundo y más breve análisis de las constantes creativas de Abrams (llamativamente titulado “El cineasta sin estilo”, título que extrae de una aseveración del propio cineasta), Ruiz presta atención, por un lado, a algunos de los elementos temáticos que caracterizan el univers
![]() Queda, en el último y más extenso epígrafe del volumen, el estudio de todas y cada una de las obras con aportación creativa por parte de Abrams, con específicamente largos análisis de las pocas películas que el cineasta ha firmado como director. En este último apartado, Ruiz completa con coherencia y tino su mirada sobre el personaje radiografiado, efectuando un limpio, a menudo fértil, balance entre un análisis digamos más puro de la puesta en imágenes de las obras y ese siempre importante contexto que un cineasta indudablemente posmoderno como Abrams lleva al estadio de lo idiosincrásico.
Completado con una filmografía y una bibliografía en detalle, el volumen de Ruiz resulta interesante para cualquiera que quiera adentrarse en una de las figuras que mejor explican el devenir del audiovisual industrial estadounidense en el siglo XXI; y es de lectura obligada, diría que referencial en nuestro idioma, para quienes se cuenten entre los seguidores de J. J. Abrams.•
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